“Nadie me ha preguntado por Peñarol, todavía”. Rubén Rada viene de larga y agotadora rueda de prensa. En el frente tiene cinco lugares que hay que llenar y, claro, la difusión se torna imperiosa. Uno de ellos es el de este viernes a las 21 en el Opera (Corrientes 860), puntapié inicial de una corta pero intensa gira llamada “A la vuelta de Japón”, que también lo paseará en pocos días por La Plata, Mar del Plata, Córdoba y Rosario. El propósito del “Negro” durante tal es adelantar en vivo algunas de las canciones que formarán parte de Candombe con la ayudita de mis amigos, disco por venir en el que el compositor, percusionista y cantante, confluye con otros músicos bajo un mismo fin: reivindicar candombe y negritud. “Yo soy hincha del 'Peña' a morir”, contragolpea Rada. Todo bien con todo, pero primero quiere hablar de fútbol.
-¿Y en la Argentina de qué cuadro sos?
-Ah, no, no puedo decirlo, porque me perjudica enormemente. Acá es muy fanática la gente. He ido a muchísimas canchas y en todas me gritan "Negro, hacete de Chicago; Negro, hacete de Ferro". O se corre la bola de que soy de Huracán, yo qué sé… La verdad es que no soy de nadie. O, mejor dicho, en una época era chauvinista y, cuando jugaba Pavoni en Independiente, allí iba; cuando jugaban Francescoli o Matosas, iba a ver a River. Y así. La verdad es que el fútbol me encanta… me gusta tanto como la música.
La fusión entre ambos amores en su ser le nació de chico. Entre los 2 y los 4 años, sufrió una tuberculosis que lo mantuvo internado en un hospital de Montevideo durante dos años, y la desgracia frustró temprano su destino futbolero. “Cada vez que me iba a fichar a algún club me salía una mancha en el pulmón y no podía jugar, no me aceptaban, Por eso me volqué a la música. Ojo, yo ya cantaba de chiquito en los cumpleaños y en las fiestas familiares pero el plan A siempre era jugar al fútbol”, evoca. Así fue que la música gambeteó al fútbol en el devenir del “Negro”, y por eso está acá, así: con 79 años, y unos cincuenta discos a la fecha, incluidos los de El Kinto, Tótem y Opa. “Gracias a Dios, la música me dio la posibilidad de defenderme en la vida”, agradece.
-Una buena síntesis del idilio entre fútbol y música es que hay temas tuyos que cantan las hinchadas. “Muriendo de plena” es un caso claro.
-Una satisfacción, sí. La cantan y ya tengo al pueblo conmigo. Y además, compito con Los Auténticos Decadentes, que tienen como ochenta canciones de cancha (risas).
-Pero también las tienen Víctor Heredia o Fito Páez, con quien grabaste una versión de “11 y 6” para tu próximo disco.
-(Canta) “Y dale alegría, alegría a mi corazón”, así, con la manito blanda, flotando en el aire, ¿no? Es algo maravilloso eso, porque la música está en el aire, en todos lados, y es el mejor remedio para el alma.
-Más si sos futbolero y las hinchadas acomodan sus letras a tus melodías.
-Un honor y una alegría, sí, porque es muy difícil llegarle al pueblo. Pero cuando llegás, cuando tus temas entran en la cancha así, ya estás salvado, loco… Ya podés mangar (risas).
-Si reconocen que es tuya, porque también pasa –suele contarlo Víctor Heredia por el caso de “Sobreviviendo”- que muchos no saben que las canciones son de quien las compuso. Se las apropian y pasan a ser patrimonio del fútbol.
-Tal cual. O te dicen "qué buena letra compusiste para la hinchada", ante lo cual tenés que cantarle la letra real (risas).
-¿Nunca se te ocurrió hacer un tema para la selección uruguaya? Es algo recurrente allí: Jaime Roos con “Cuando juega Uruguay”, No Te Va Gustar con la preciosa “Cielo de un solo color”…
-La de Jaime es maravillosa. No creo que haya una mejor. A mí me pidieron una para la selección, pero con esa y con la de No Te Va Gustar, que también es hermosa, ya está bien. También me pidieron hacer un himno para Peñarol, pero nunca lo hice, porque si hacés un himno para un cuadro, te involucrás con tal, perdés a la mitad del país. En este sentido, es mejor quedarse quietito.
-Al disco por venir, ahora sí. ¿Cómo resultó la grabación de “11 y 6” con Fito?
-Resulta que para convocarlo, en vez de llamar a él llamé al representante. Cuando se enteró, me dijo "¿Vos sos pelotudo? ¿Cómo me voy a olvidar de las fechorías que hicimos en Cuba? ¿Cómo lo vas a llamar a él en vez de a mí?". "Ahora no cantó nada", me dijo en broma. Por supuesto que aceptó, se re copó y el tema quedó muy bien.
El vínculo entre Páez y Rada viene de lejos. Puntualmente, desde principios de la década del '80. “Fito es mi hermano. Cuando tocaba con La Banda en Buenos Aires, había unos pibes que nos venían a ver, y se sentaban todos adelante, entonces, cuando yo bajaba a descansar después de la primera parte del recital, me sentaba a charlar con ellos. Bueno, uno de ellos era Fito, que por entonces componía los temas que cantaba Baglietto. Después, lo fui a ver cuando presentó Giros en el Astros y fue ahí donde me lo confesó”, recuerda Rada, que no olvida jamás los diez mil dólares que su amigo donó para la organización Mundo Afro, que lucha contra la discriminación y el racismo, y de la que Rada forma parte. “Era la época de El amor después del amor, que era exitosísimo, y el dinero nos alcanzó para comprar un equipo de sonido completo para la organización”.
-¿Por qué grabaste “11 y 6” en clave de candombe?
-Porque lo que quiero es mostrarle a la gente la cantidad de cosas que se pueden tocar en ritmo de candombe: tangos, milongas, baladas. Lo que yo vendo es candombe.
El futuro trabajo de Rada contempla, además, conversiones a tal género de temas de Pablo Milanés, José Luis Perales, Julia Zenko y La Vela Puerca, entre otros y otras. “En definitiva, lo que busco es que los músicos compongan en clave de candombe, como pasó con el reggae de Bob Marley, ¿no?, que lo terminaron haciendo The Police y varias bandas inglesas”.
-¿El título es pura coincidencia?
-(Risas) Nooo. Está claro que le afané a los Beatles.
-Obvio. Con la ayuda de ellos, voy a lograr que el mundo se entere de que en el Uruguay hay un ritmo que se llama candombe.
-¿Pensás que no se ha enterado el mundo aún?
-Pienso que soy conocido por los músicos pero no por la gente, porque los músicos agarran un disco y se fijan quiénes tocan. Entonces me ven y por eso me conocen, pero los pueblos no. No soy tan conocido como pueden ser Milanés, Perales, Serrat, Gilberto Gil o Milton Nascimento, tipos que recorren el mundo y los conocen en todos lados. Es más, grabé unos cincuenta discos y entre todos no llegué a vender un millón.
-El desconocimiento no aplica a Sudamérica, obviamente.
-Pero hasta ahí llegamos. Y yo quiero llegar a España, a Alemania, a todos lados. No yo, mejor dicho, sino lo que hago, porque lo que hago es mediar para defender a los negros que trajeron el candombe, el tango y la milonga al Uruguay. Porque los tres ritmos son negros. Trato de defender la belleza de esos negros que ni siquiera sabían de dónde venían, no como los italianos que venían de Calabria, o los gallegos de Galicia. Es más, los negros no teníamos ni apellido. Nos compraba un tal Rodríguez, por ejemplo, y todos éramos Rodríguez. Por eso, Malcolm X se puso así, porque no quería ser Malcolm Williams, ni Malcolm Thompson: él quería llevar un apellido africano. Otra cosa más actual: ahora está la guerra de Ucrania, y todo el mundo está preocupado como yo por esa guerra estúpida y maldita. Pero los ucranianos son ayudados por toda Europa, les dan casa y comida para que se queden hasta que termine el conflicto, cuando a los negros que bajan de los barcos, o los mandan de vuelta, o los tiran adentro de un galpón y que se arreglen como puedan. Somalía es otro caso bravo, también. Hay terrible hambruna y nadie habla de eso.
-Racismo sutil o subliminal, que se le dice, o por lo menos no tan explícito.
-Ni más ni menos. Y es algo que a mí me duele mucho, pero ni siquiera como negro sino como ser humano. ¿Qué mierda está pasando, loco? Ni siquiera esta porquería del virus enseñó que por más plata que tengas, no zafás. ¿Dónde vas a ir? ¿A Saturno? Pero, bueno, el candombe lo que hace es hacer bailar a la gente, divertir, y a veces decir este tipo de cosas.
-“Biafra estaba muerta / Nadie allí quiso llegar / Por unos negros que mueran /A quien le puede importar?"
-Canto eso en “Biafra”, sí, el tema de Tótem que salió en disco simple, como se estilaba en aquellos tiempos (1971), como cara B de “Dedos”. Pero hay muchas más canciones mías que hablan de las cosas que pasan en el mundo.
De una parte lejana del mundo acaba de llegar Rada, precisamente. Lo llevó a Japón la gente de la revista Latina a propósito del centésimo aniversario de las relaciones diplomáticas entre ese país oriental y su Uruguay natal. Allí hizo quince shows y algunos a teatro lleno. “Los japoneses todos con barbijo y yo tocando candombe, baladas, música brasilera, tangos como Cuesta abajo' o 'Tomo y obligo', o los clásicos de siempre. ¡Bailaban como locos, los tipos! Cada vez que se prendían las luces, se veía un lindo descontrol. Es más, llegué a cantar 'Shima Uta' en español, junto a su autor Kazufumi Miyazawa. La tocamos con ritmo de candombe y se venían los teatros de Tokio abajo”.
-A priori, parece raro que los japoneses se peguen así a las músicas rítmicas del Río de la Plata. ¿Cómo se llevan con los tambores? ¿Qué pudiste ver de ese vínculo allí?
-Ellos tienen ese tambor grandote que, si bien no es el que tocamos nosotros, está relacionado con el instrumento. Por lo demás, la cosa cambia un poco porque allí no hay clubes de salsa, como en todo el mundo, sino de tango. Incluso hay argentinos y uruguayos que acá no le pueden enseñar a bailar el tango ni a la madre, pero allá son cracks en la materia (risas). En fin, ellos aman al tango porque durante la Segunda Guerra Mundial no pasaban música en inglés y ahí se coló el género.
-¿Y con otros géneros son tan receptivos como parece a priori?
-No. Lo que vi yo es que ahora la juventud está con el reggeatón, o con esos grupitos de cuatro o cinco muchachos que cantan y bailan, onda Backstreet Boys. Gente linda, que baila lindo, que se viste elegante, pero que no dice absolutamente nada.
Además del show en el Opera, Rada va a tocar el sábado 7 en el Teatro Coliseo Podestá de La Plata; el 8, en Radio City de Mar del Plata; el 12, en Quality Espacio de Córdoba; y el 13 en el Teatro La Comedia, de Rosario. “Tengo unas ganas de tocar que me muero, va a estar bárbaro”, se entusiasma. Asegura que el cuerpo aún le da para hacer cinco conciertos en ocho noches, con viajes de por medio. “Estoy bien cuidado. La gente de 300 -la productora que lo contrató- me trata muy bien”. Además de los antedichos, el “Negro” tiene pensado recrear sus temas más emblemáticos. Entre ellos, “Blumana”, “Rock de la calle” o “Mandanga Dance”. “También voy a hacer la versión de 'El viejo', el tema de La Vela Puerca que va a estar en el disco”, promete.
-A propósito, ¿cómo resultó la interacción con Sebastián Teysera durante la grabación de ese tema?
-Fue difícil encontrar al “Enano” porque no le atiende el teléfono ni a la madre (risas). Hasta que un día me lo encontré, le dije, se vino al estudio y la grabamos en un toque. El tipo tiene un corazón divino.
-¿Veredicto de la versión?
-Terminó con los plomos bailando y cantando "vamos La Vela / vamos La Vela". ¡Qué buena historia la de esa canción! Ese tipo que queda en la calle, porque hay pajaritos que no se pueden encerrar. Maravillosa, sí, y bien uruguaya.
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