Hoy, mientras vivenciamos tiempos difíciles que nos ponen a pensar en muchos tópicos, pero sobre todo en nuestro presente y nuestro futuro como especie humana; la biodiversidad y otros conceptos acuñados a lo ambiental toman relevancia. Bajo esa premisa el grupo 9º6, interesado en fortalecer espacios de reflexión, conocimiento y discernimiento en torno a los 500 años de fundación de Santa Marta, ha diseñado este Stand como una oportunidad de exaltar nuestra querida ciudad, tal vez la ciudad más biodiversa de Colombia, una ciudad mágica llena de bondades naturales e historias en cada una de estos.
El stand está diseñado como una ruta visual y teórica sobre la conjunción de lo geo histórico en algunos sitios, barrios, contextos y lugares de Santa Marta que se han convertido a lo largo de la historia en especie de patrimonios naturales. Cada sitio tiene su historia, una historia natural
Esto es BIOSAMARIEDAD, a disfrutar.
LUGARES DEL CENTRO: placita vieja, parque Venezuela, Plaza de la Constitución, avenida Alfonso Vives Campo
Ubicado en el noroccidente de la ciudad, este barrio encierra en su toponimia (origen de su nombre) la tradicional fruta de almendra, pero no la almendra europea, se trata de la almendra samaria, una fruta carnosa con un “Coquito “que se da en zonas tropicales. Los almendros data aproximadamente de a inicio de la década del 60, cuando el antiguo instituto ordenó su construcción en el gobierno de Lleras Camargo. Es uno de los barrios más grandes y poblados de Santa Marta. Goza de mucho verdor y es muy habitual ver ardillas e iguanas en sus árboles. Fue el primer barrio con estilo o diseño unifamiliares de interés social. En la actualidad es un barrio muy dinámico y su arteria es la carrera 19.
Ubicado en el extremo o margen derecha del estuario del río Manzanares, Los Cocos hace apología a una especie ancestral originaria del índico africano. El coco siempre ha estado ligado a la historia de Santa Marta, más de 3 coqueras tuvo la ciudad hasta hace poco menos de 60 años. Dichos cultivos extensos se empleaban para extraer el aceite, la carne del fruto y sobre todo para aprovechar la cascara para hacer carbón. Precisamente una de esas antiguas coqueras es el popular barrio los Cocos, cerca ala Tenería y que hoy suele confundirse con el lujosos sector de Bellavista. Los Cocos siempre ha sido un barrio de pescadores. También es la playa adyacente al Batallón.
Es sin duda un barrio muy joven, y aunque no es tradicional, su importancia radica en su toponimia, TRUPILLOS, y es que estamos hablando de uno de los árboles autóctonos de Santa Marta, una especie ligada a nuestra historia. Del trupillo se puede esperar muchas cosas para ser contadas. Su fruto es predilecto para bovinos y caprinos, y crece en este tipo de clima semi árido. El barrio ha tenido un dinamismo urbanístico propio de lento progreso de la ciudad, pero, en la actualidad se ha valorizado gracias a la ampliación del Buenavista y otros comercios. Data de a mediados de los 80.
Es uno de los barrios más antiguos de Santa Marta, se dice que está cercano al siglo de vida. Justamente es el Olivo una especie muy apetecida en Santa Marta por el tema eclesiástico en semana santa. Se ubica al noroccidente de la ciudad, muy cerca del sector Almendros. Era una antigua zona de fincas y rosas de cultivo de mangos, pan coger y Olivares, precisamente para la producción en las primeras décadas del siglo XX. Fue uno de los primeros barrios con escuela o sede por fuera del centro de la ciudad y además fue uno de los primeros barrios con inspección de policía, en sus calles se nota al transitar la arquitectura de casonas amplias que guardan muchas historias.
Alrededor de 3 calles conforman este sector de Santa Marta, el cual guarda una historia ligada al cultivo de Mango. Hasta promediando la década del 50 muchos sectores de la Santa Marta urbana de hoy, parecían rurales, y es que predominaban muchas rosas o fincas de cultivos, sobre todo LAS MANGUERAS.El mango siempre se usaba para fabricar conservas, las cuales rena exportadas a Europa. Después de la línea férrea (Hoy avenida del ferrocarril, casi todo tenía esa condición de ruralidad. Los manguitos se ubica a un costado de la avenida del Libertador, una especie de bolsillo entre las carreras 12 y 15 hacía el norte. El mango como fruto, aunque no es originario de la ciudad, rápidamente se adaptó a nuestro entorno natural. Se estima que los españoles lo introducen a finales del siglo XVIII a la región. Los Manguitos hoy es un barrio tranquilo de casas antiguas republicanas.
Si hay un barrio nostálgico en Santa Marta, ese es el Peruétano. Un sector que está en el ADN del samario promedio. Cuando no existía la avenida Del Río – Inaugurada en 1980 – este barrio era un balneario sobre las frías aguas del Manzanares. Su ubicación era privilegiada, se llegaba por lo que hoy es la carrera 19 y un viejo camino que atravesaba por la calle 22 o Santa Rita. Cuando aún el Manzanares era cristalino y con más vida, el Peruétano era el balneario predilecto del samario, se llevaban ollas y hacían sancochos. Así comenzó el barrio a finales de los 40 que toma su toponimia por el árbol frondoso con fruta comestible que hoy está en vía de extinción. Se suele mezclar la pulpa del fruto con leche y hielo, se dice que es muy nutritivo. Hoy es un milagro ver Peruétanos en la ribera del Manzanares.
Donde se encuentra hoy la Capilla de la Medalla Milagrosa quedaba su cancha de fútbol y las casas colindaban con la margen izquierda del río Manzanares. Todavía es común que a este sector se le llame PEREUETANO
Es un barrio relativamente nuevo –Promediando los 70-, siempre fue una zona enmontada cercana al piedemonte. Su toponimia surge del cultivo de yuca que existía con algo de intensidad en lo que hoy el Cisne y la vía a Minca, la Yuca era comestible, pero mayoritariamente se empleaba yuca amarga para almidón y producción industrial. La bonanza del Café hace que la Yuca pierda interés en las personas y el sector se fue desolando, pero como siempre hay personas oportunistas, fueron poblando el barrio de forma sistemática. La mayoría colonos de la Sierra.
La yuca o Mandioca es un tubérculo muy asociado a nuestros pueblos nativos, de gran uso en su gastronomía. Así, el Yucal, hoy es un sector dinámico, con mucha proyección. Algo impensado tiempo atrás.
Es un Barrio tradicional de la ciudad y uno de los primeros que marcó el impulsó de manera residencial y planificada hacía el suroccidente de la ciudad. Data de a mediados de los 60 y tuvo su expansión en 1975 cuando Santa Marta cumplió 475 años de aniversario. En 1981 toma otro aire más moderno, en ese año fue inaugurado el Polideportivo de la calle 22 en el gobierno de Turbay Ayala, eso le cambiaría la historia al barrio, puesto que se proyectaría. Al hablar del barrio se evoca el recuerdo de la naranja criolla LA OMBLIGONA, una naranja dulce que se cultivó por años cerca a lo que hoy es la cárcel y parte del barrio en mención. Esta familia de naranja ya casi no se ve en el comercio, otras clases foráneas han desplazado a la naranja por excelencia samaria, la ombligona. De aquellos cultivos de naranjas no queda nada. Hoy es un barrio con lujosas zonas adyacentes y valorizadas. Un barrio central y bien ubicado. Entre las carreras 19 y la 20 con avenida Santa Rita.
Bahía o playa de Santa Ana:
Hacemos referencia a la famosa bahía de Santa Marta, pero pocos sabemos que su verdadero nombre en mapas y registros cartográficos coloniales es Santa Ana. Guarda mucha riqueza histórica y también ambiental para la ciudad. Hoy la vemos muy cambiada, en el pasado, solo hasta 1920 tuvo trabajo de camellón, es decir una especie de muralla de contención para las olas. Sus playas eran más amplias y tenía en cada extremo dos marismas o zonas lacustres costeras, una al norte y otra al sur. Esto dice mucho del impacto ambiental que ha tenido este sector para la ciudad, además del recurso de pesca. En la actualidad la bahía está muy transformada y su estado ambiental no es el mejor, es el precio que se ha tenido pagar por la modernidad y falta de planeación.
Humedal San Francisco: (Parque del agua)
Pocos son los samarios que saben que el actual parque del agua fue construido sobre un humedal, y si, nos referimos al humedal San Francisco, una antigua zona de grieta geológica que se nutrió por siglo de la quebrada artificial del mismo nombre, San Francisco o bachicha, la cual es un desvío del río Gaira o Minca construido por Don Joaquín De Mier a finales del siglo XVIII. De Mier era nada más y nada menos que el propietario de la Quinta De San Pedro Alejandrino. Él buscaba más agua para su enorme hacienda de caña y sus extensos pastos, los cuales llegaban cerca a lo que hoy es Curinca. El humedal por años en la era moderna estuvo deteriorado, convertido en basurero y en una zona muy antiestética. Hoy, aunque con ciertos problemas, está en un mejor estado y sin duda es un sitio de obligada parada para los turistas que visitan a la perla, incluso para nosotros mismos como samarios, porque visitarlo es evocar la rica historia económica de la ciudad.
Cuando los españoles arriban a Santa Marta encontraron mucho verde, era Julio, y aunque probablemente ya habían llegado en expediciones anteriores, llegar en Julio es un maravilla. Ese verdor de nuestros cerros no solo adorna la ciudad, sino que es una señal de que hay vida y agua, si, mucha agua. Hace 500 años el clima era otro y las condiciones ambientales también. Precisamente en uno de los cerros nororientales en la cuenca de Taganga, nace La Lata, una quebrada histórica que desde un manantial u ojo de agua siempre ha dado lata como su nombre lo indica. Y es que esta quebrada siempre inundó la ciudad, la anegaba y hacía que llegar a Mamatoco desde las casonas del centro en pleno siglo XIX fuera un periplo (Bolívar lo vivió en carne propia). La lata irrigaba al desbordarse las zonas bajas y montículos en lo que hoy es Pescaito, puesto que alimentaba la laguna de la salina, Olivo, Bastidas y el Pantano, barrio este que se construye justamente sobre un enorme pozo hecho por la Lata. En la actualidad la Lata ha sido intervenida, el nacimiento de agua sigue intacto y se ha reforestado su cuenca. Para que no haga estragos se hizo un canal entre los barrios Galán y Ondas del Caribe. Sus aguas se vierten al colector pluvial que va por la vía alterna y que muere en el mar Caribe. La lata tiene un gran potencial para el ecoturismo en su nacimiento.
Ubicado en el corazón de Santa Marta, el Barrio Cundí guarda una joya de la corona. Una formación montañosa única en la ciudad, la cual hasta sirve de sitio de peregrinaje, es el famoso cerro que se levanta aproximadamente hasta los 40 metros sobre el nivel del mar. El sitio es predilecto para divisar gran parte de la ciudad, es un cerro testigo, llamado geomorfológicamente así, ya que deja evidencia de que por sus límites algo se gestó, una quebrada, un río o alguna otra actividad que hoy ya no se encuentra, como por ejemplo, algún sitio de adoración indígenas precolombinos, porque si analizamos la toponimia tiene connotación vocablo indígena. Es un tractivo plan para hacer deporte y senderismo, avistar aves endémicas y flora típica de la zona.
Quinta De San Pedro Alejandrino:
Para muchos esta antigua hacienda colonial es el verdadero pulmón de la ciudad. Ubicada en el sector de Mamatoco, la quinta no solo es historia y cultura, también es un verdadero patrimonio natural de la ciudad y del Caribe. La Quinta encapsula el típico boque seco tropical el cual está bien conservado, ofrece senderos en su zona aledaña. Enormes bongas, Caracolíes, Camajanes, macurutú, campanos, y mucha fauna que comprende reptiles, anfibios y mamíferos. Pero las que engalanan la Quinta son las aves, hay tantas aves que se conformó un club de avistamiento con sede allí. Otra bondad de este lugar es su conservado jardín botánico, en donde se evidencia la biodiversidad del lugar.
Fue un enorme ejemplar casi centenario, que adornaba la calle 22 con avenida Hernández Pardo (Carrera 4ta). Era una especie en bien conservada, frondosa y que daba una sensación de buena sombra y frescura a los transeúntes. Servía de parada obligada a cualquier hora del día cuando el sol arreciaba en ese sector del centro de la ciudad. En él moraban muchos animales y otros hacían tránsito para descansar o anidar. Loros, pericos, ardillas, aves y hasta monos fueron testigos de lo importante que era esta especie de Higuerón que vulgarmente en Santa Marta y el Caribe le llamamos caucho.
Este emblemático árbol que por décadas sirvió de guardián a la avenida Santa Rita tuvo un triste final, increíblemente fue talado de raíz para darle paso a un centro comercial, ante las miradas atónitas de los ambientalista samarios, nada se pudo hacer por preservarlo. Al final se impuso la ignominia del ambicioso progreso. Hoy la nueva generación no conoce su historia y lo que significaba para el samario.
Similar suerte que la del caucho, corrió el bicentenario árbol de Bonga de la entrada al barrio Tayrona, un árbol descomunal que seguramente vio pasar a Bolívar camino a la Quinta de San Pedro. Con él se fueron historias y un pasado rico en conservación. La Bonga del Tayrona fue secada paulatinamente, lo triste es que lo fue bajo la mirada cómplice del ente que vela por la conservación en el departamento, CORPAMAG. Y se fue secando y fue noticia local y regional. Al ya no estar se modifica el paisaje y se modifica la línea antrópica de muchos animales, se altera hasta el microclima del lugar. Hoy todo es diferente en la entrada al barrio, por eso es bueno refrendar la importancia de estas especies que marcaron la historia de la ciudad. Para no repetir esta clase de acontecimientos.
El Trupillo hueco de la calle 30:
Cuentan los adultos mayores de la ciudad que si eras de Gaira y no estabas en el trupillo hueco a las 5 de la tarde te quedabas o te tocaba irte a pie. El trupillo hueco era un emblemático árbol de Trupillo que se ubicaba en toda la calle 30 con carrera 14 esquina, en una de las entradas del barrio La Américas, tenía esa particularidad de la naturaleza, era hueco. Pero el sitio, era además, un paradero o parada obligada para todo gairero que venía a hacer sus vueltas en la ciudad antes de 1957 cuando no existía la carretera al Ziruma. Los buses para Gaira eran dos, más que buses eran unas especies de chivas que salían de la placita vieja del cementerio San Miguel, subían por la carrera 8va y pasaban el puente de La Platina, para meterse por la actual calle 30, que antes no era la 30 ni era calle. Era una trocha destapada que llevaba a Gaira, de hecho La platina marcaba el camino viejo a Gaira, camino real de tiempos prehispánicos. Para 1957 también se aceleraba el crecimiento urbanístico y poblacional de todos esos barrios de lo que hoy llamamos el Sur, María Eugenia, Corea, Las Américas, Martinete y Primero de Mayo. Poco a poco los gaireros acostumbraron a coger o a esperar las chivas en aquel trupillo enorme sobre la calle destapada. Esto aceleró el comercio de la zona. Con el paso de los años esa costumbre siguió con la modernidad del servicio de transporte público samario. Hasta que el árbol no aguantó el peso de los años y marchitó. Con todo y eso, las personas y el samario del común siguió y sigue llamando esa parte de la calle 30 como el trupillo hueco. “Señor parada en el trupillo hueco me hace el favor”
Se suele afirmar que donde nace una bonga de considerable envergadura es porque hay o hubo una fuente hídrica. En ese sentido las Bongas son un testigo directo de la disponibilidad de agua o de la aparición de desecamientos. La carrera 16 es una vía que destapona el tráfico entre la Libertador y el norte de la ciudad, entre las calles 7 y 6 aparece una gran Bonga bicentenaria que ha visto crecer a muchas generaciones del sector, es el barrio 20 de Julio, pero también confluyen Betania y el Obrero. La Bonga es enorme siendo, el árbol más llamativo de todo el norte de la ciudad, no sólo por su valor ambiental, también el culturas e identitario. Se estima que este árbol fue el iniciador de todo el sector, un sector sufrido en el tema habitacional como quiera que fue una invasión. No hay taxista samario o entraditos en años que no sepa dónde queda la Bonga de la 16. Hoy el sector de la Bonga está increíblemente cambiado, muestra un dinamismo comercial notorio, y el árbol ahí, firme como Joaco Guillén.
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